Por decirlo de alguna manera, es la “joya de la corona” del parque público Plaiaundi.
Es una parcela de terreno de 4 hectáreas de superficie
aproximadamente. Situado en la Bahía de
Txingudi, tiene forma rectangular. Dos lados limitan con el parque, el tercero
con la bahía de Txingudi, y el último con el arranque del canal de Jaitzubia,
junto al aeropuerto.
Es una zona de confluencia de aguas dulces y saladas, poco
profundas.
Con la pleamar se inunda y cubre de agua, quedando al
descubierto varios islotes, donde permanecen las limícolas y otras aves, en
espera de que bajen las aguas y poder alimentarse.
Al bajar la marea queda toda la parcela al descubierto.
Consiste en terreno de limo y arena con zonas de hierba compatible con el
medio.
Los dos laterales contiguos a las aguas de la bahía tienen
el perímetro definido por dos líneas de postes dispuestos verticalmente.
Dichos postes son habitualmente utilizados como posaderos
por gaviotas y cormoranes, entre otros. Son también el posadero de las águilas
pescadoras, punto de partida y a donde regresan a alimentarse con los peces
capturados en las aguas próximas. Es un gran espectáculo ver sus intentos de
captura.
En el lugar se producen algunas de las irregularidades
habituales en el parque (perros sueltos, alguna persona a la que le da por
recorrer a pie la zona, etc.)
Otra circunstancia suele darse en la pleamar con relativa
frecuencia. Se trata de embarcaciones que irrumpen y recorren el interior de la
parcela de Itzaberri.
Esta es una cuestión que ha sido motivo de anécdotas que se
han dado de forma reiterada a lo largo de los años.
Voy a comentar la última reciente. Estando en "el córner", uno
de los vértices de la parcela y lugar por excelencia para la observación de la
bahía, coincidimos varios observadores de aves.
Vemos como se aproxima una persona con una embarcación,
sobrepasa la línea de postes y se adentra en el espacio de Itzaberri,
espantando a todas las aves allí presentes. Uno de los presentes, con tono de
voz potente, se dirige al de la embarcación y le dice: “¡Oiga, que ahí no se
puede estar, que es una zona protegida. Haga el favor de salir”. El de la
embarcación, perplejo, empieza a mirar a todas partes y cuando nos ve dice “¿pero,
qué pasa?”. A lo que el que había hablado desde el córner le dice: “¡es que no
has visto el cartel o qué!”.
Transcurridos unos segundos otro de los observadores de aves
dice: “pero si en los carteles no pone nada, están borrados”.
Vemos que el de la embarcación, movido por la curiosidad, se
acerca al cartel (que, por cierto, tienen un tamaño tal que, aunque tuviera texto, habría que acercarse a un metro para poder leerlo) y al rato empieza a
gritar: “¡pero me estáis tomando el pelo o qué!” seguido de una sarta de
improperios que prefiero no reproducir.
Estos episodios, recordados con el paso del tiempo, tienen
su gracia, aunque en su momento se viven con auténtica tensión.
Alguno dirá, pues vaya historieta, a qué viene esto. Pues
viene esto a que lo relatado ocurre debido a la falta de señalización y al
estado de abandono en el que se encuentra el parque.
Prueba de ello añado fotografías del único cartel de
señalización que hay actualmente en el perímetro de Itzaberri. En su día decía
algo así como: “Zona de protección de aves. No sobrepasar la línea de
postes”. Hoy en día está totalmente borrado.
Antiguamente había mas carteles fijados a los postes, del mismo tamaño, y que desaparecieron hace años.
Pero lleva muchos años así, borrado. Auténtica dejadez. Veremos cuántos años tardan en poner una señalización clara y eficaz, que uno pueda leer según se aproxima (de 10 a 20 metros de distancia) y le permita modificar el rumbo de la embarcación.
Queda claro que al parque público de Plaiaundi se destina
una cantidad considerable de dinero público, pero para apoyar y proteger a las
aves, pues nada, ni un céntimo.