Haven and earth in the Basque Country
Refugio y guarida en el País Vasco
El reportero, Paddy Woodworth, nos visitó el 19 de septiembre, día en el que pudo disfrutar de la observación de una gran variedad de aves, incluída nuestra especie más emblemática, la Espátula.
Aquí os dejo el enlace a su artículo en inglés y, más abajo, también os dejo la traducción al castellano:
http://www.irishtimes.com/news/environment/haven-and-earth-in-the-basque-country-1.1534578?page=1
Muchas gracias Xabi por facilitarme el enlace.
Aquí va la traducción del artículo al castellano:
Muchas gracias Xabi por facilitarme el enlace.
Aquí va la traducción del artículo al castellano:
Refugio y guarida en el País Vasco
Miles de ánades, zancudas y currucas, también
espátulas, descienden a las marismas de Plaiaundi, en la bocana del Bidasoa, área
vital de reposo en su odisea anual hacia África.
Hace un día de mil
demonios en Plaiaundi, reserva natural al sur del río Bidasoa, donde se adentra
el mar entre el País Vasco español y francés. La reserva es sólo un puñado de
lagunas al borde de las marismas, casi apachurrada
entre un pequeño aeropuerto, una carretera y unas enormes y medio abandonadas instalaciones
ferroviarias del industrial Irún.
Los vascos tienen un
nombre onomatopéyico precioso, sirimiri,
para la desagradable llovizna que te empapa casi antes de que te des cuenta de
que está lloviendo. Pero el mal tiempo son buenas noticias para los
observadores de aves. Plaiaundi está ubicado en el recodo del golfo de Vizcaya,
bajo las primeras estribaciones de los Pirineos. La totalidad del valle del
estuario que cruza la frontera es conocido como Txingudi, y se asienta justo en
el centro de una de las grandes autopistas para aves migratorias.
Decenas de miles de ánades, zancudas y currucas, también espátulas, descienden
al verde y húmedo refugio de Plaiaundi, área vital de reposo y repostaje en su
odisea anual desde el norte de Europa hacia África.
Cuando hace buen
tiempo, algunas especies pasan de largo. Pero si las nubes oscurecen el
panorama de los Pirineos, las aves descienden a Plaiaundi y esperan a que esté totalmente despejado. Estamos buscando una de esas especies de aves en
particular, pero aún no la hemos encontrado.
No obstante,
estamos encontrando un montón de aves. La primera laguna está llena de aves
acuáticas: ánades azulones, ánades frisos, zampullines chicos, fochas y
gallinetas. Garcetas comunes se agazapan, como espectros en la bruma, en ramas
secas sobre el agua.
Sorprendentemente,
en el campo de rugby que hay en la reserva hay más aves que en la laguna. Docenas
de chorlitejos grandes corren a toda velocidad entre grandes bandadas de
gaviotas. Una agachadiza común, un ave que raramente he visto al descubierto en
Irlanda, sondea la tierra blanda cerca de los postes de la portería 50m más
allá. Su pico es tan largo en proporción a su cuerpo que parece como si fuera a
tropezarse a cada paso. Pero no lo hace.
Otra ave
zancuda, el combatiente, cuyo plumaje de verano puede ser tan extravagante y
variado como el de un dandi isabelino, aparece en el centro del campo. Pero
ahora lleva ropa de viaje de sosos colores beige y marrón.
El observatorio que visitamos en la
siguiente laguna está totalmente vacío. El siguiente es un poco mejor. Pero en
el tercer observatorio, ya en otra laguna, la escena está repleta y concurrida.
Un montón de garzas reales y archibebes comunes a la derecha, y una joven garza
imperial (acertadamente denominada “imperial” en español) posada en un árbol. A
nuestra izquierda hay tantas aves de la especie que hemos estado buscando que,
por un momento, pienso que debe tratarse garcetas. Sesenta o 70 grandes aves
blancas están de pie tranquilas, como fantasmas bajo una tenue luz. Poco
a poco caí en la cuenta de que eran espátulas, detenidas en su trayecto por
el mal tiempo, tal y como lo habíamos esperado.
Su nombre es adecuado. Si estuvieran
comiendo, estarían moviendo sus picos en forma de espátula rápidamente de lado
a lado justo bajo el agua, tamizando comida del limo. Pero están simplemente
descansando.
Con los prismáticos, el sorprendente
contorno amarillo de su negruzca “cuchara” es claramente visible. Y también, muchas
de ellas tienen gruesas bandas amarillas en sus patas. No son rasgos naturales;
son etiquetas de identificación marcadas con grandes letras. Los ornitólogos anillaron
las aves cuando eran pollitos, probablemente en Holanda, para que hoy podamos
entender mejor sus viajes intercontinentales.